Tan cerca, pero a la vez tan
imposible de atrapar… Al alcance de tus manos, pero tus dedos no pueden rozar
la belleza de un pasado que nunca volverá. La ternura de unos recuerdos
instantáneos inmortalizados en el tiempo deja tu corazón helado, imposible de
derretir por otro aliento que no sea el suyo.
Aunque lo intentas. Con todas tus
fuerzas. Días de sol y noches de lluvia. Amaneceres nublados y atardeceres de
fiesta. Semanas tambaleantes en soledad y fines rodeados de gente. Pero falta
ella. Su esencia, su aroma, su fervor, inquietud, su tan atractiva naturalidad
y sencilla bondad esbozando de energía ya no está para abrazarte con miles de
sensaciones que no podrás olvidar. Las guardas en la retina de tu memoria que
intentas apartar cada vez que piensas reemplazar.
Pero las noches tristes y vacías
escondido en tu habitación siempre vuelven. Y el peso del deseo, ahora perdido
en el limbo de un tiempo que se nos va, te lleva por caminos que nunca te la
devolverán. Porque decidiste dejar escapar cuando tenías la burbuja de cristal
justo delante de ti. Mantenerse al margen está bien. Pero a veces, tienes que
sopesar. Porque ello puede que te impida actuar en uno de los pocos momentos en
tu vida que realmente tenías que haberlo hecho. Pensar, sopesar y actuar.
¡Carpe Diem!
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