Confianza... una palabra tan grande como un templo, que hoy
día la mayoría tememos más que el propio demonio. Una simple motivación: el
miedo a mostrarnos tal y como somos por si los demás no lo valorarían lo
suficiente, creencia de que la otra persona podría hacerte daño conociendo tu
interior, nuestro tesoro de mayor valor, que es la integridad de nuestros
deseos, creencias y pensamientos.
A veces pienso que es suficiente con mirar el reflejo de su
cara y el brillo de sus ojos para saber en quien y hasta dónde puedo confiar, y
aún entonces sigue existiendo la posibilidad de que cada uno de nosotros mismo
sigamos jugando un papel, en los que nosotros mismo somos director y actores de
la película de nuestras vidas.
Lo triste llega cuando te das cuenta que al llegar al clímax
de la misma, en verdad no es más que un final, lleno de máscaras, falsedades
y mentiras… La vida no es más que un
Carnaval, en que cada uno jugamos el papel que mejor sabemos de cara a los demás,
y que una poquísima minoría llega a tocar con la punta de sus dedos la
fortaleza de nuestro muro impenetrable y aparta aquella máscara de hierro que
tan cuidadosamente la hemos forjado a lo largo de los años. Aprendiendo,
rebasando saltos, baches, tropezando con piedras como montañas casi imposibles
de mover y atravesar, tras tener el alma rota en mil pedazos y el corazón
sangrando de despecho hasta perder el último rayo de luz que le quedaba para
iluminar aquel camino que todos trazamos hacia la felicidad…
Y entonces es cuando de repente algo ha cambiado… algo
ocurre y toda aquella oscuridad que había dentro de ti deja de ser tan molesta
y hasta que empieza ser agradable. Y poco a poco va entrando la luz… Y sonríes…
La vida es un Carnaval, pero en este…. Soy YO la que elije la más cara que se quiere
poner y no por dar la mejor cara, sino porque es así como me hace sentir…
LA VIDA ES UN CARNAVAL al que estás invitado participar…
No hay comentarios:
Publicar un comentario