Estoy perdida… y no sé
qué camino coger a partir de aquí. Estamos en el aquí y ahora y esto me hace
daño, me deja sin fuerzas y exprime toda mi voluntad.
Seguro que tú también
en algún momento te sentiste así; perdido, vacío, sin rumbo y algún que otro
momento de serenidad pasajero. Vas buscando el olvido, pero guarda cada
recuerdo tan presente en tu memoria que logras tu solo perturbar tu propia
tranquilidad. Y lo piensas tantas veces que llega un momento en el que nada
consigue devolverte la paz. Y estás perdido… Caminas a oscuras, esperando que
alguien encienda una luz al final del trayecto hasta donde alcanza tu vista. Y
todo ello, porque te niegas enfrentarte a tus temores y tu pasado recién
presente, coger la vida tal y como te viene, moldearla a tu camino, tender la
mano y buscar el interruptor tanteando la oscuridad y encender tu mismo esa luz
que tanto deseas encontrar. Y cuanto más te conformas en este estado latente,
más difícil y lejana encuentras la salida. Y es duro, claro. Difícil, pero no
hay que empeñarse en pensar que es imposible.
Sí, es bueno que los
más cercanos vean que estas mal cuando estás sufriendo o te hacen daño. Pero tú
tienes la obligación de indagar en tu interior el tiempo que te haga falta para
descubrir cuál es la causa exacta que provoca ese estado. De ahí, el siguiente
paso es juntar todos los recursos que tengas más o menos a mano, más o menos
fácil de usar y levantarte, estableciendo objetivos a muy corto y corto plazo
para ir subiendo metas poco a poco.
Avanzar siempre es
mejor opción a quedarse estancado, empañando tu vista y tus oídos. Duele. Por
supuesto. Nadie dijo que sería fácil. Pero sí muchos que es necesario. Y yo me
atrevo ir más allá. Necesario NO, IMPRESCINDIBLE.